martes, 26 de mayo de 2015

"JUSTO AHORA TE QUERES IR"



“Justo ahora te queres ir”, exclamó la joven que junto a su novio estaba hace casi tres horas parada como podía a unos metros del escenario. Al lado de ella estaba Santiago, acompañado de su amigo Facundo.

Santiago no había dormido bien, tenía una pila de fotocopias para estudiar que lo maltrataron toda la noche, pero poco le importaba a esa altura. ¡Había llegado el esperado 25 de mayo! Ese día lleno de circunstancias para festejar, pero también para bajonear. Era el principio del fin.

Cerca del mediodía ya estaba junto a su compañero almorzando en un bodegón a pocas cuadras de la plaza, la idea era comer liviano, y prepararse para una larga jornada que tenía como primera misión encontrar al resto de la banda que venía desde el Sur.   

Lo que parecía fácil, comenzaba a verse complicado cuando se acercan a una de las diagonales y visualizan una columna de militantes interminable. Cuadras y cuadras llenas de alegría, banderas celestes y blancas con el nombre de un ex presidente, rostros llenos de sonrisas. Les resultó imposible no mezclarse, cantar y saltar, más allá de que no pertenecieran orgánicamente a esa organización.

Por donde  Santiago miraba, veía personas, parecía como si fuera una gran marea de humanos que no dejaba huecos. Columnas de agrupaciones, militantes sueltos, no militantes, parejas, familias, amigos. Hombres, mujeres; altos, bajos, rubios, morochos, flacos, gordos; argentinos, latinos; bebes, adolescentes, adultos, abuelos. La plaza era heterogénea. La plaza era de todos. La plaza era peronista.  

Cerca de las 16, ambos amigos decidieron buscar un buen lugar para esperar al resto, dentro de una plaza que ya no regalaba tanto espacio para caminar. Era una tarde fría, pero enseguida Santiago se sacó la campera. El calor de la gente comenzaba a apoderarse del ambiente y a la media hora moverse ya implicaba, al menos, pedir permiso.

A las 17, caminar dos metros en cualquier dirección significaba apretar la humanidad de otra persona que seguramente miraría mal. No cabía un alfiler. Los locutores animaban a todos los presentes y los primeros shows artísticos los hacían bailar, aplaudir y hasta cantar.



Santiago reconocía el valor cultural, pero no podía disfrutarlo, el, como así también Facundo, esperaban lo que habían ido a buscar. Ellos fueron a ver, escuchar  y bancar a quien no solo conduce el país, sino también al movimiento político más impresionante del mundo. Fueron a encontrarse con Cristina.

Eran aproximadamente las 19, La Romy DJ, había levantado a la multitud con una mezcla de cumbias clásicas, cuando la presidenta de los 41,6 millones de habitantes en Argentina se hace presente, todos juntos cantan el himno, la voz oficial anuncia el comienzo de la cadena nacional para todas las emisoras y un grupo de cinco personas ejercen una brutal fuerza para moverse y retirarse. Una chica, que estaba junto a su novio les dice: “Justo ahora te queres ir”. Las personas se ríen, Santiago también y hacen señas como que lo van a mirar pero desde atrás.

Todo lo que siguió, se puede ver en YouTube, el discurso, los aplausos, el fervor de la gente, los fuegos artificiales. Lo que no se pudo digitalizar, ni documentar de ninguna manera es lo que en ese momento Santiago sintió.


En primera instancia satisfacción porque su presidenta no lo defraudó, pero luego desazón. Ese pudo haber sido el último gran acto de Cristina Fernández de Kirchner como presidenta. El principio del fin que antes presumía y ahora sentía.  Lo que viene tiene la obligación de continuar y profundizar. Ojala, por Santiago, por Facundo, por la chica con el novio, por los cinco que se fueron más atrás y por los  restantes 41 millones, 559 mil, 991 habitantes restantes. 

martes, 5 de mayo de 2015

ME CLAVO EL VISTO



¿Te acordas cuando quedabas en encontrarte con alguien a una hora determinada de una semana para la otra y eso pasaba?

Tengo 29 años, si tenés mi edad o más, sabes de lo que te hablo. Tuve la suerte de terminar la escuela, tener novia, amigos, organizar partidos de fútbol, y todo, sin celular. Programaba mediante un teléfono fijo o en el contacto personal. No había lugar a dudas o especulaciones. Si una de las partes faltaba a la cita era una total y absoluta falta de respeto.

Creíamos, o por lo menos yo lo hacía, en lo que se conoce como la palabra del otro. Puntualmente recuerdo que todos los sábados mis amigos y yo nos juntábamos a la medianoche en una esquina de Banfield para ir a algún boliche o bar y sino llegabas a más tardar 00.30, 00.45, te quedabas afuera. No quedaba otra que ir al lugar de destino final, siempre y cuando no decidamos cambiarlo sobre la marcha. En ese caso, tu plan de sábado a la noche comenzaba a ser individual. Y si así y todo lograbas reunirte con tus amigos, te puteaban en todos los idiomas por llegar tarde.

Hoy, eso no existe. Sino llegas, los vas mensajeando y te sumas donde estén. Literalmente podes cagarte en lo pactado con ellos que después los encontrás. La pregunta que me hago es ¿nos hicimos más tolerantes ante la falta de compromiso y eso nos hace mejores personas? ¿O nos mal acostumbramos a jodernos entre nosotros mismos?

Yo creo perdimos, y mucho. Perdimos la confianza en el otro. Hasta en las relaciones de pareja. Cada vez son más las separaciones por mensajes sospechosos, likes inesperados, comentarios desafortunados y vínculos inesperados. Y si bien alguien podría decirme que a través de las redes sociales se descubrieron engaños que antes se mantenían ocultos, yo me la juego al decir que la mayoría de las veces son más interpretaciones vinculadas a una obsesión e inseguridad que situaciones concretas de engaño.

Enseguida me vuelvo a preguntar, ¿cómo sucedió esto? Y creo que nos pasamos de comunicación. No estábamos preparados para tanto de golpe. En poco tiempo tuvimos mail, chat, celulares, SMS, Facebook, Whatsapp y hasta Tinder. Veníamos de años y años con teléfono fijo o cartas escritas a mano y tantas herramientas fueron difíciles de controlar.

No sé si quienes inventaron todo esto, lo previeron, lo que estoy seguro es que provocaron un cambio. Y cada cambio trae aparejado nuevas experiencias que pueden ser negativas, como así también positivas (porque tampoco hay que ser necio, se acortaron tiempos, distancias y se aceleraron muchos procesos con la comunicación digital).  

Inclusive, ¿Cuántas veces dejamos de hablar con alguien que tenemos en frente para contestar un mensaje? Hace unos años, eso no pasaba, y el contacto cara a cara tenía una exclusividad plena.

“Me clavo el visto y nada”, llegamos a un punto en el que no solo buscamos una respuesta, sino que además la exigimos de manera desmesurada. En algún momento, esa persona nos va a contestar. No trabaja de respondernos cada pelotudez que le escribimos.  

Me parece que el desafío es aprovechar los avances tecnológicos al máximo, pero darnos cuenta de la importancia de recuperar valores como la confianza, el respeto y el compromiso con quienes tenemos en frente, al lado, o del otro lado de la pantalla.

Y tratar de que la comunicación no sea solo desde lo digital, sino a través de las personas. ¿Un ejemplo? si te gusta una chica, no la encares por Facebook, invítala a salir cuando la tenes en frente, en el trabajo, en la facu, donde sea.


Quiero aclarar que mientras escribía esta reflexión me detuve más de cinco veces para mirar mensajes en el celular, en Facebook y seguramente lo publique en un medio digital en vez de charlarlo con mis amigos y compañeros. 

lunes, 27 de mayo de 2013

PASTILLAS DE MENTA PARA SOBREVIVIR



Ya la noche anterior en el boliche no es lo mismo. Trato de no tomar de mas, no moverme mucho, no estoy tan pendiente de si gano o no. No quiero limarla, irme a desayunar y acostarme como a las 10 am para que después me duela la cabeza todo el día y no poder disfrutar lo que voy a ver. No cruzo un semáforo en rojo, si hace frío me abrigo, me tapo la garganta, no quiero tener sorpresas.

Si, las noches previas a ir a la Bombonera para mí son especiales, no pienso en nada más. No me importa otra cosa.

El domingo me levanto tipo 12, como livianito, como dije antes, no quiero sorpresas y después de leer un poco los diarios en la web me subo al auto y arrancó.

En esta oportunidad voy solo porque ni D, ni G podían asistir. El partido en si no es tan importante, ya quedamos afuera del torneo y apostamos todo a la Copa, pero yo con eso soy simple y claro: si juega Boca por los puntos, es trascendental.

Estaciono en los campitos de siempre, abro el baúl y orino sobre el pasto por cábala. Y acá me detengo, este ritual no lo suspendo por nada, me trajo muy buena suerte y no me importa si al lado se detiene otro auto y me ven o si voy con alguien y no le gusta. YO LO HAGO POR BOCA y nada más.

Camino tres cuadras hasta Pinzón, pero sigo media cuadra para ir al quiosquito de siempre, y lo digo en diminutivo porque en realidad es desde una ventana que la amable señora se gana la vida, me compro mis tres o cuatro paquetes de pastillas y me encamino hacia los molinetes.

Quiero destacar que si no fuera por esas pastillas, seguramente sufriría algún tipo de infarto, ACV o trastorno que me impediría seguir con mi vida cotidiana.

Entro una hora antes y solo en la previa las Ment.. sin azúcar mueren. Empiezo a disfrutar cuando Orión sale a calentar, lo veo canchero, seguro, firme y eso me tranquiliza.

Al ratito comienza el partido y mi corazón empieza a recorrer esos 90 minutos que cada quince días lo llenan de euforia, alegría, tristeza, adrenalina y por sobre todas las cosas, pasión.

No voy a relatar el partido porque no me corresponde ahora y no es eso lo que quiero transmitir, solo contarles que cuando no nos cobran un gol que fue valido, siento como si un millón de sensaciones contenidas dentro de mí me atraviesan y que solo una pelota dentro de la red podrían liberar.

El tan ansiado momento no llega, el partido termina 0 a 0 y mientras voy saliendo, bajo las revoluciones. Porque lo loco me dura en la cancha, después se me pasa, y aunque en la semana no pierdo el fanatismo, mi vida ya no corre peligro.


Me subo al auto, pongo desde el pendrive algún disco de Soda y, salvo que juguemos entre semana por la Copa, me aseguro que por lo menos, voy a vivir quince días más hasta el próximo compromiso de local. 

L.